El plan de Estados Unidos para perpetuar el colonialismo en Palestina

Profesor  Mauricio Amar, Centro de Estudios Árabes, Universidad de Chile

El 9 de octubre, después  de 2 años de genocidio perpetrado por Israel en Gaza, se llegó en Sharm el Sheij, Egipto, a un acuerdo firmado por el Movimiento de Resistencia Islámica Hamas y los representantes del Estado sionista. Inmediatamente la comunidad internacional dejó de lado su preocupación por Palestina, los movimientos sociales que habían llevado a cabo sendas manifestaciones en Europa y Estados Unidos se calmaron y sobre los cielos de Gaza se pudo ver por primera vez, después de mucho tiempo, una reducción de los drones que controlan y asesinan a su población. Sin embargo, después de un mes y medio del acuerdo de alto al fuego, las cosas para los gazatíes se han puesto especialmente difíciles. No sólo porque Israel ha continuado el genocidio, violando el alto al fuego más de 500 veces [1], sino porque toda la franja esté completamente destruida, porque el invierno ha llegado y los palestinos están a la intemperie sufriendo todo tipo de enfermedades relacionadas a la higiene y la falta de tratamiento, o porque Israel sigue impidiendo la entrada de la ayuda humanitaria necesaria para la alimentación básica de los palestinos. No, no sólo por eso, sino también porque el acuerdo para el cese al fuego, promovido por Trump y legitimado por Naciones Unidas a través de la resolución 2803 del Consejo de Seguridad (donde ni siquiera se menciona el genocidio) es en realidad la peor pesadilla que le espera a la población de Gaza.

El acuerdo es básicamente una prolongación del colonialismo sobre Gaza, bajo la tutela de las potencias occidentales. Plantea primero la creación de una «Junta de paz» un cuerpo gobernante encargado de supervisar la entrega de ayuda, reconstrucción y administración diaria, luego la de una «Fuerza de Estabilización internacional» con mandato para hacerse cargo de la seguridad y desarmar a Hamas y todo tipo de resistencia anticolonial en el enclave. Como plantea Yara Hawari «En el diseño de la Junta de paz destaca la ausencia de cualquier sistema significativo de rendición de cuentas, ya sea ante los palestinos, las instituciones internacionales o las normas jurídicas universales» [2]. Es decir, lo que ha ocurrido realmente es un salvataje de la comunidad internacional a Israel no sólo para que no rinda cuentas del genocidio con que se ha manchado de sangre las manos toda su sociedad, sino para que perpetúe y agudice el plan colonial sobre Gaza. En lo inmediato, el acuerdo ha permitido la división de Gaza dejando que Israel controle el 58% del enclave, confinando a casi 2 millones de personas en aproximadamente 9 km², impidiendo a los palestinos regresar a sus hogares [3].

Una vez más, Naciones Unidas ha terminado colaborando con el genocidio –que sigue todavía— sin reconocer el derecho de los palestinos a la autodeterminación, que significa por un lado el derecho a resistir una ocupación ilegal y un genocidio criminal, al tiempo que ser la principal parte en la reconstrucción de Gaza y en la toma de decisiones sobre su futuro. Como bien dice Hawari «En la práctica, la Resolución 2803 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas es una forma renovada de dominación colonial presentada como pacificación».

[1] Israel ha violado el alto el fuego en Gaza casi 500 veces, según el Gobierno de Hamás
[2] Trump’s UNSC Resolution 2803: Repackaged Colonial Rule
[3] Trapped by yellow