Ingrese al antiguo pedagógico en 1965, a la carrera de Castellano (hoy Lingüística y Literatura) y paralelamente a Arqueología (entonces, un apéndice del departamento de Historia). En el primer día, en el patio central, había una quincena de enfermeras con camillas, recolectando sangre para Vietnam. En la semana siguiente visitó el Campus Angela Davis, se organizaron varias actividades con el Canal de TV 9 de la Universidad, lo dirigía Sergio Ortega, autor de la música del “Pueblo Unido Jamás será vencido” con letra de Quilapayún (creado en el Pedagógico).
La Universidad era prácticamente gratis, con derecho a Salud en el JJ Aguirre. Existían cargos de ayudantes alumnos que se concursaban. No había evaluaciones formales ni acreditación, pero sabíamos perfectamente quienes eran los mejores profesores, los prestigios de los académicos y los programas se construían de otra manera. Cursando el cuarto año había ganado una ayudantía en Arqueología con el Profesor Bernardo Berdichevsky y en Castellano, en el área de literatura hispanoamericana. El pedagógico era una unidad de izquierda, considerábamos de derecha y protofascistas a unos pocos profesores y alumnos DC, a pesar de que el Gobierno de FREI inició la reforma agraria y promovió la sindicalización campesina.
En agosto de 1973 gané un concurso de Profesor en el Depto. de Castellano. Pensé que tenía asegurada mi vida laboral para siempre. En octubre de 1973 fui exonerado y el cargo me alcanzó a durar poco más de un mes, ni siquiera recibí un primer sueldo. Era miembro del Comité del PC en el Pedagógico, colegas del departamento y un par de alumnos me denunciaron ante el interventor, que operaba bajo las órdenes del abogado Miguel Otero Latrhop.
Vivíamos con mi mujer y una guagua al lado del Pedagógico y tuvimos que salir volando adonde un familiar, el departamento se lo arrendábamos a una hermana de Gladys Marín. Permanecí en Chile hasta mediados de 1974, como militante, prendíamos rigurosamente la plancha y artefactos eléctricos los viernes a las 3 de la tarde, en la esperanza que se produjera un corte generalizado, nunca pasó. También actividades más riesgosas, como robarnos con el biólogo Daniel Woolf (fue director de Postgrado de la Universidad) un stencil de un patio trasero del Pedagógico, el que utilizamos para comunicados.
En agosto de 1974 obtuve una beca para estudios de postgrado en Estados Unidos, donde luego de 5 años logre un MA y un PhD. Me distancie del PC cuando se decidió por la vía armada. Después de trabajar dos años en la U de Washington, en Seattle, regresé a Chile en 1982, integrándome al Comité Ejecutivo de CENECA, una ONG sin fines de lucro dedicada a la investigación acción en el campo del arte y las comunicaciones.
Cuando ganó el NO, la Decana de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Lucía Invernizzi, me reincorporó a la Universidad, después de 17 años, en calidad de profesor.
A los dos años me nombró Director de la Escuela de Postgrado, cargo en el que estuve 8 años, más tarde fui Vicedecano, cargo que desempeñe durante 10 años con diferentes decanos. Enfrente dos grandes dificultades: convivir con un par de profesores que me habían denunciado el ´73 (véase artículo “Memoria desnuda y memoria vestida”, Revista Meridional, U Chile 2014) y los encapuchados y paralizaciones que a veces duraban más de un mes, produciendo graves daños a la Facultad y a la comunidad.
Durante diez años dirigí la Revista Chilena de Literatura (ISI y SCOPUS), logramos indexarla, pero también convocamos a diversos académicos e intelectuales a un número crítico sobre la “dictadura del paper” y otras camisas de fuerza que siguen atentando contra las humanidades (número 84, creó un considerable disgusto en algunas autoridades de la Casa Central).
A los 65 años me acogí a retiro, pero gracias al apoyo de la Facultad y del Rector Pérez fui recontratado. Me desempeñé como Profesor Titular hasta diciembre del 2024, cuando cumplí 82 años, o sea justo los 17 años que me robaron al exonerarme.
A lo largo de mi carrera gané 11 proyectos FONDECYT Regular, perdí en tres ocasiones. Gracias a esos proyectos pude investigar temas de cultura chilena e hispanoamericana publicando más de 100 artículos y colaboraciones en revistas académicas y libros colectivos. Entre los libros individuales: Historia, literatura y sociedad (1991), Chile ¿Un país moderno? (1997, Barcelona), Iris Echeverría, mujer moderna y alma femenina (2001), Nación y cultura en América Latina (2002), Historia del Libro en Chile (2010, 3ra Edición), Historia de las ideas y la cultura en Chile (2014, Tres Tomos), Simón Bolívar y la carta de Jamaica (2016) y Escritos políticamente (in) correctos (2022).
Durante la pandemia creamos con profesoras de lingüística un Centro de Lenguas y Culturas del Mundo, del que fui director hasta diciembre pasado, sigue impartiendo virtualmente más de 12 lenguas.
Soy miembro de ACAUCH desde hace tiempo, organización que durante estos últimos años viene jugando un papel destacado en la democratización de la Universidad y en el resguardo de la ética académica y de la tradición pública de la institución.
