Mistral Visionaria de América: constructora de una utopía poética, política, ética y espiritual para nuestros pueblos americanos.
El 10 de diciembre de este año 2025 se cumplen 80 años desde que Gabriela Mistral ganara el Premio Nobel de Literatura en 1945. Ese año era especial: en mayo había terminado la Segunda Guerra Mundial, el mundo “civilizado” europeo yacía en ruinas, y recién se volvía a entregar el premio después de un alto de cuatro años. La Academia Sueca le otorga el Nobel “… por su poesía lírica, inspirada por poderosas emociones que han hecho de su obra un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano.” Bien podríamos ver esto como un voto de fe y esperanza en las culturas de nuestros países de América Latina. En efecto, nuestra autora fue una mujer visionaria, que luchó levantando su voz para que fuera posible “Otro modo de ser humano y libre”, al decir de la mexicana Rosario Castellanos, una de sus más importantes herederas intelectuales y poéticas. Son estos ideales los que ella deposita en su Poema de Chile (1967), obra póstuma donde “pensó Chile” como un proyecto unitario, modernizador y utópico, un modelo para trascender los nudos críticos que ella identificaba, y lograr construir “otra” nación, no sólo para Chile, sino también para América Latina. Así, conmemorar hoy a Gabriela Mistral es reconocer su valor como visionaria de “otra” América, es reconocerla como una constructora de futuro con esperanza donde otra modo de ser, diverso y plural, es posible.
El presente ensayo es una invitación para repasar “las aspiraciones idealistas” de esta notable mujer, nacida como Lucila de María Godoy Alcayaga en 1889, en Vicuña, una pequeña ciudad del Valle del Río Elqui en la mitad de la Cordillera de Los Andes en el Norte de Chile.
La niña Lucila nace sólo tres años antes que José Martí publicara “Nuestra América” casi simultáneamente en La Revista Ilustrada de Nueva York, Estados Unidos, y en El Partido Liberal, de México. Este ensayo llamó al despertar del pueblo americano y a levantarse a través de las armas del juicio y de las ideas para forjar nuestros destinos como pueblos autónomos y libres. Mistral fue una gran admiradora de Martí, un hombre del cual escribió: “Todo lo quiere para su gente Martí: libertad primero, cultura y bienestar en seguida.” Inspirada en la obra de Bolívar y Martí desarrolló su famoso tono ígneo que podemos apreciar en su ensayo “El Grito” publicado en La Revista del Excélsior de México, donde clama, en 1922: “América, América!¡Todo por ella; porque nos vendrá de ella desdicha o bien!”. Se trata de un momento histórico cuando el poder de la poesía y la imaginación movían multitudes y creaban mundos: “América fue la invención de los poetas” señaló su gran amigo Alfonso Reyes en 1933.
Gabriela Mistral nace en un contexto de revueltas y guerra civil en su país y América latina, continente lleno de fervor por la construcción de las nuevas naciones, las luchas por la ciudadanía de las mujeres y otros grupos excluidos por la dominación de las élites mayoritariamente blancas y masculinas. Con precursoras como Sor Juana Inés de la Cruz con sus célebre poema Hombres necios, Olympe de Gouges en su Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, Mary Wollstonecraft con su Vindicación de los Derechos de las Mujeres y Flora Tristán con su reivindicación de sus derechos a heredar en Peregrinaciones de una paria.Creció bajo las alas de su madre, abuela y de su hermana Ermelina, maestra que la guio en su camino de autodescubrimiento autodidacta a través de una sutil trenza de oralidad del habla familiar y de su pueblo, “… y yo prefiero acordarme de los contadores corrientes,” decía, “Dos o tres viejos de aldea me dieron el folklore de Elqui mi región y esos relatos con la historia bíblica que me enseñara mi hermana maestra en vez del cura, fueron toda, toda mi literatura infantil”.
A esto le debemos agregar la llegada a su pueblo de Bernardo Ossandón, del cual cuenta en el Oficio Lateral: Se llamaba don Bernardo Ossandón y poseía el fenómeno provincial de una biblioteca, grande y óptima. No entiendo hasta hoy como el buen señor me abrió su tesoro, fiándome, libros de buenas pastas y de papel fino. Con esto comienza para mí el deslizamiento hacia la fiesta, pequeña y clandestina que sería mi lectura, vesperal y nocturna, refugio, que se me abriría para no cerrarse más.Ossandón, masón y dueño del importante periódico regional El Coquimbo, que le abrió su biblioteca ilustrada ecléctica, también le abrió la entrada a la prensa local, como a La Voz del Elqui, donde en el año 1906 publica La Instrucción de la Mujer. En este reclama por la falta de dignidad de las mujeres: “La encontraremos humillada y más envilecida mientras más nos internemos en la antigüedad. Su engrandecimiento lleva la misma marcha de la civilización …” y aboga por su instrucción: “La instrucción suya, es una obra magna que lleva en sí la reforma completa de todo un sexo… Instruir a la mujer es hacerla digna y levantarla. Abrirle un campo más vasto de porvenir, es arrancar a la degradación de sus víctimas.” Vemos cómo Gabriela Mistral fue visionaria en abogar por la integración de las mujeres como nuevas actoras para la construcción de nuestras sociedades en base a derechos fundamentales.
En efecto, en la obra de Mistral podemos apreciar una voz de mujer que habla como parte de una comunidad diversa y plural de otras, otros y otres subjetividades, que se nutre de y a partir del amor por su tierra y gente, su infancia rural, las pasiones de su vida y la herencia de mujer de pueblo originario, portadora de tradición oral: “Y Gabriela que hablaba a río,/ montañas y cañaveral,/ en las lunas de locura/ recibió reino de verdad” nos cuenta en el poema Todas íbamos a ser reinas de su libro Tala en 1938. En el poema “A veces mama te digo”, de Poema de chile, nos abre una ventana a la diversidad y la poesía que se entretejen, tanto en su obra, como también en su vida. En este poema, donde a través del diálogo educa a un niño atacameño, que es a veces ángel o a veces ciervo, ella le cuenta de su propia infancia:
-Me llamaban “cuatro añitos”
y ya tenía doce años.
Así me mentaban, pues
no hacía lo de mis años:
no cosía, no zurcía,
tenía los ojos vagos,
cuentos pedía, romances,
y no lavaba los platos…
¡Ay! y, sobre todo, a causa
de un hablar así, rimado.
Así, visualizamos el valor de haber crecido en un contexto donde la pedagogía era en base a la libertad. Libertad para ir descubriendo el mundo y la naturaleza, escuchando y leyendo, dialogando con el canto de la tradición. Esta libertad está fundada en la valoración de su particular forma de ser, que ella recuerda con ternura y humor: “Me llamaban ‘cuatro añitos’, no solo remarcando el reconocimiento de su diferencia y la ternura con la que la cuidaron, sino también como esta “otra forma de ser” la lleva a elegir otro camino, el de no cumplir con los mandatos de su edad, su género y su clase. Esta experiencia que la reconoce en su dignidad y le permite “poder” desarrollarse plena y autónomamente en su propia “ley” es lo que ella anhela para todas las mujeres y seres oprimidos, como vemos en escritos como La Instrucción de la Mujer, o en su poema Miedo (1924) donde escribe: “Yo no quiero que a mi niña/ la vayan a hacer princesa./ Con zapatitos de oro/ ¿cómo juega en las praderas?”. También, en Poema de Chile la autora construye una nación donde los niños indígenas acceden a una educación en libertad y dignidad, tal como leemos en ¿A dónde es que tú me llevas?:
Te voy llevando a lugar
donde al mirarte la cara
no te digan como nombre
lo de indio pata rajada
sino que te den parcela
muy medida y muy contada.
Porque al fin ya va llegando
para la gente que labra
la hora de recibir
con la diestra y con el alma.
Ya camina, ya se acerca,
feliz y llena de gracia.
Apreciamos cómo en el pensamiento de Mistral la dignificación de las mujeres se articula con la emancipación humana, con la articulación con otras “aspiraciones idealistas” donde género, pedagogía, y dignidad se vinculan con transformación y justicia social (la Reforma Agraria que ella conoció en México, por ejemplo), una justicia que no solo es material sino espiritual: “la hora de recibir con la diestra y con el alma. Ya camina, ya se acerca, feliz y llena de gracia.” Así, escribir para Mistral es construir una “otra” modernidad para nuestros pueblos, una modernidad donde la palabra civilización no significa arrasar y destruir el medio ambiente, sino cuidarlo y dignificarlo. El final del poema A veces mama te digo termina dice así:
-Me tenía una familia
de árboles, otra de matas,
hablaba largo y tendido
con animales hallados.
Todavía hablo con ellos
cuando te vas escapado.
Pero ellos contestan sólo
cuando no les hacen daño.
No lo hostigó mi Santo.
Vemos como hoy la vigencia de las “aspiraciones idealistas” de las que hablaba la Academia Sueca siguen tan vigentes como en 1945, cuando le otorgan el Premio Nobel de Literatura. Gabriela Mistral no solo fue la primera mujer latinoamericana en recibirlo, sino también la primera poeta en lengua castellana. Con ello, Mistral no solo pone en el mapa las lenguas, literaturas, culturas y pensamiento de Chile y América Latina, sino que también el de las mujeres y de otros grupos históricamente excluidos del poder. Hace visible lo antes invisibilizado y con ello “humaniza humanidad”.
Artículo publicado en Revista Lee+, Librería Gandhi, México, Agosto, 2025.
